Salud en la APP y el riesgo
Existen millones de terapias, algunas con mejores resultados que otras en restablecer la ansiada salud extraviada en los predios de la enfermedad. La supremacía terapéutica farmacológica, frente a otras formas terapéuticas, apenas se consolida a mediados del siglo XIX. Cabe decir, la civilización humana sobrevivió sin pastillas mucho tiempo. Utilizó -visto lo visto-, otras terapias en la sobrevivencia. El uso de la farmacología como ciencia de utilidad a la medicina, supuso un salto cuántico, al aplicar los principios de la experimentación científica a los contextos terapéuticos, impulsando a su vez la investigación farmacológica y su comprensión, sin lo cual nada hubiera sido posible.
Entre las terapias con potencial de modificar sustancialmente la comprensión del desafío terapéutico, están, por ejemplo, las llamadas terapias génicas. La genética misma pareciera derivar en nuestros días en una técnica médica experimental que consiste en la inserción de genes en las células y en los tejidos del paciente para tratar un determinado tipo de enfermedad. También la llamada terapia biológica, reconocida como inmunoterapia, utiliza el sistema inmunológico de cada cuerpo para combatir enfermedades como el cáncer o para reducir los efectos secundarios. Todo esto supone nuevos desplazamientos de la terapéutica, tan consustanciada con la práctica médica en su afán medular de restablecer la salud ante la enfermedad.
Otro ejemplo de desplazamiento terapéutico lo constituyen por nuestros días postpandemia los denominados productos terapéuticos digitales que se ofrecen como intervenciones terapéuticas basadas en la evidencia para prevenir, controlar o tratar un trastorno o enfermedad médica. Es la app terapéutica que en su emergencia amerita varias pruebas de ácido para que estos productos puedan ser utilizados, previa demostración mediante evidencia científica y resultados en el mundo real, de su eficacia y seguridad, por cuanto el riesgo de lo nefasto planea sobre su novedad y comodidad.
Acaso muy pronto será posible que el médico pueda recetar el uso de una app como producto de terapia digital, al tiempo que sabios del marketing o prestigitadores del coaching existencial hacen ya lo propio con su encomienda: vender. Lo que subyace como preocupación creciente es el riesgo a la salud que todo el entramado comporta. Al fin y al cabo todo parece ser mercado.
Así, los organismos reguladores (Algún Estado que quede) deben acentuar las declaraciones de riesgo, eficacia y uso previsto de la terapia digital en visor, especialmente por la extensa capacidad de opciones de terapia basadas en evidencias sospechosas de interés comercial que se ofrecen en una amplia lista de afecciones y que, anteriormente, han sido tratadas o subtratadas por terapias reconocidas con resultados clínicos medibles.