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Noxa crónica

Uno de los rasgos distintivos de la sanidad en ss. XX-XXI es que la incidencia de la enfermedad en su forma crónica ha pasado a predominar respecto a las formas microbias o infecciosas. Del mismo modo puede señalarse que la enfermedad ha pasado a tratarse con métodos similares en todos los países del mundo. La atención médica adopta modalidades preventivas o curativas, individuales o colectivas, pero el conocimiento médico que se aplica es semejante en China o Japón, en La India o en Jordania, que en Venezuela o Canadá. En otras palabras, y en el ámbito de los fármacos como método de tratamiento de la enfermedad, el acetaminofén o la aspirina o las quinolonas, se usan o prescriben en todo el mundo, sin distingos de naturaleza religiosa o política.

A diferencia de siglos anteriores de la civilización humana, cuando la medicina y su práctica de atención a la enfermedad se caracterizaba por la individualidad del médico y se tenía una fuerte inclinación por las doctrinas y los legados de los maestros, la medicina de ss. XX-XXI dejó de ser individualista para formar parte de un conglomerado institucional que incluye organizaciones de seguros, instituciones hospitalarias, empresas farmacológicas y de tecnología médica, y equipos humanos de salud de diversas especialidades, que confluyen en la detección de la enfermedad y su tratamiento. 

En la segunda mitad del s.XX y durante la primera década del s.XXI hemos asistido al retroceso e incluso la erradicación de muchas de las enfermedades infecto-contagiosas que marcaron buena parte de las preocupaciones de la ciencia médica. Enfermedades, como la viruela, hoy erradicada, era letal hace apenas dos siglos. Se concibe en la actualidad que cualquier avance contra la enfermedad, cualquier dispositivo terapéutico que contribuya a controlarla yo erradicarla, es sinónimo de salud.

Los indicadores de salud del orbe, con sus asimetrías aún odiosas, atestiguan que para el siglo XXI la esperanza de vida al nacer se ha duplicado respecto al siglo XIX y, en algunos países la población mayor es significativa, incluso con no pocos centenarios. No han desaparecido las enfermedades, desde luego, pero la noxa se ha cronificado y se puede coexistir con ellas, viviendo largo tiempo, en una de las maravillas que generan los adelantos farmacológicos; en otros casos la misma noxa amenaza con terribles epidemias como las que vivía el hombre durante la edad media y otras veces, las llamadas enfermedades del bienestar generan alteraciones en medio de la opulencia, como la obesidad y la diabetes en lo que pareciera encerrar un contrasentido. 

Buena parte del control de las enfermedades se debe tanto a los métodos de prevención que han surgido, a la mejor comprensión de la medicina preventiva y al desarrollo de la llamada industria de la biomedicina que ha impulsado tratamientos eficaces. A todo esto, se suma el conocimiento adquirido sobre la etiología, la inmunología, los métodos diagnósticos y la aplicación del abundante arsenal terapéutico del que se dispone.

Si bien ante la enfermedad infecciosa la ciencia antepuso los agentes antiinfecciosos y ante los virus opuso la inmunización, trayendo como consecuencia un salto sin precedentes en el combate contra las enfermedades, hoy se cuenta con fármacos capaces de regular la noxa y permitir una vida sin mayor menoscabo de su calidad. Igualmente destaca en la cronificación de la noxa, aspectos de salubridad como purificación de las aguas, saneamiento ambiental, alcantarillados y tratamiento de aguas residuales, control de plagas y vectores, representan otros de los aspectos fundamentales que explican el avance de la salud respecto a la enfermedad.

También habría que considerar la difusión, a través de medios de comunicación masivos, como la televisión y el internet, de la información sobre salud, que, en la actualidad, y más que nunca antes en la historia de la humanidad, es accesible a las personas. Los avances que sin duda se han tenido en materia de promoción de la salud, y el salto cualitativo tremendo respecto a la prevención de enfermedades y tratamiento de las mismas, representan el cambio de catálogo de enfermedades más notable, respecto a por lo menos, los cinco siglos anteriores de la práctica médica. 

Hasta hace poco tiempo, nada permitía esperar que los trasplantes de órganos pudieran llevarse a cabo sino en alguna rara ocasión excepcional, en la que los órganos trasplantados pudiesen tener otro efecto que el de prolongar la vida por espacio de unas semanas, unos meses, o unos años. Sin embargo, las técnicas quirúrgicas del trasplante están bien estudiadas, y se siguen perfeccionando; se han hecho millones de trasplantes modificando las leyes que por tradición vedaban a la sociedad humana de disponer de sus vísceras y hacer donación de ellas. Y hoy, sobre el proceso impensable de la medicina de realización de trasplantes de órganos, surgen las terapias que se realizan con células madres, capaces de regenerar los órganos afectados, con el trasplante de una -o un grupo de ellas- célula(s), siendo potencialmente capaces de enfrentar con éxito enfermedades crónico-degenerativas de elevada morbilidad. 

La sanidad, igualmente, ha contribuido a mejorar mejorado ostensiblemente la calidad de vida en la senectud pues las técnicas para reemplazar articulaciones dañadas o desgastadas y las intervenciones quirúrgicas en oftalmología han ayudado a mejorar los dos aspectos en que la vida de los ancianos más se deteriora: la vista y la movilidad. También las relaciones que se generan por y para la medicina han sufrido cambios en el s.XX y lo que transcurre del s.XXI. El paciente, por ejemplo, ha dejado de considerarse necesariamente un agente pasivo para tomar parte activa del proceso salud-enfermedad.  

Igualmente, de reciente introducción a los estudios médicos se encuentran los conceptos relacionados con estilos de vida saludables, con la posibilidad de elegir, de modificar condiciones de riesgo a través de la educación para la salud, así como los principios de la bioética. En algunos de los actuales sistemas de salud el sustantivo “paciente” es sustituido por el de usuario(a), en un intento por redefinir, la condición de un ser humano que busca ayuda o conocimientos, sin que necesariamente esta búsqueda implique como motivación un proceso patológico. 

Además del progreso de la antibioticoterapia se permitió la aplicación del tratamiento ambulatorio y en el hogar, disminuyendo la importancia de los hospitales construidos para atender exclusivamente enfermedades infecto-contagiosas. La tuberculosis, por ejemplo, el cáncer infeccioso de hasta mediados del s.XX sólo persiste en Asia, Suramérica y África, pues ha dejado de ser un problema de salud en Europa y el Norte de América. En el año 2008, aún se advierte en reportes sanitarios sobre la infección por el bacilo de la TBC de cerca de ocho millones de personas en el mundo y se estima una mortalidad de tres millones de personas a causa de la enfermedad.

La revelación de deficiencias del sistema inmune (el SIDA, por ejemplo) y la realidad de la resistencia bacteriana a los antibióticos (de hecho, la resistencia bacteriana es considerado, desde finales del s.XX un problema de salud pública), ha producido la reaparición de una de las enfermedades de transmisión sexual (ETS) que se creía erradicada. La sífilis, con una incidencia que comienza a ser de nuevo preocupante, fue durante siglos un problema sanitario de primer orden, luego minimizada y que hoy reaparece en algunos países del mundo.

El descubrimiento un tanto accidental de la penicilina por Alexander Fleming en 1945, determinó que la sífilis fuera en retroceso. La penicilina actuaba eficazmente en contra de esta ETS, incluso en las formas terciarias de la enfermedad, obteniéndose remisiones que hicieron desaparecer prácticamente la enfermedad. El rebrote de la sífilis representa uno de los desafíos históricos de la ciencia médica cuyo eje de resolución abarca, entre otros ámbitos, a la farmacología (con el desarrollo de nuevos fármacos eficaces), la clínica con el diagnóstico oportuno de la noxa, así como a la medicina preventiva con nuevos esquemas de prevención de la enfermedad.

La fiebre reumática, causada por el estreptococo beta-hemolítico, secuela característica de las faringoamigdalitis pultáceas, constituyó en la primera mitad del s.XX la causa más frecuente de lesión estructural del corazón y sus válvulas. Hasta 1960 la fiebre reumática fue una de las principales causas de mortalidad infantil. La aparición de la penicilina marcó el tratamiento eficaz contra la enfermedad causada por el estreptococo, al mismo tiempo que modificó las estrategias de prevención, para erradicarla de los países de Europa y América, desde principios de la década de los ochenta del siglo pasado. 

Muchas de las enfermedades que la civilización conoció y padeció entre ss. XVIII-XIX, tuvieron su ocaso en el s. XX. La práctica generalizada de las vacunaciones en la población, contribuyó enormemente a este avance de la medicina. En 1955 se confirmó la vacuna contra la poliomielitis, la terrible enfermedad incapacitante, como altamente eficaz, segura y potente. Era un aporte de Jonás Salk, investigador de la Universidad de Michigan (USA) que había sido probada en dos millones de niños estadounidenses, en uno de los programas de pruebas de inmunizaciones más grandes que registra la historia de la medicina. 

En 1961, Sabin, presenta otra vacuna, que había preparado en virus vivos momificados, que también resultó eficaz. Con la aplicación de ambos tipos de vacunas, la poliomielitis dio marcha atrás en casi todos los países del mundo. No obstante, existen, aún en el año 2010, algunas zonas en el África central y occidental, donde persiste la polio de forma endémica con algunos brotes epidémicos. Factores socioeconómicos y sanitarios, aunados a diferencias, incluso religiosas, impiden en algunos países africanos, la vacunación. El 90 % de la poliomielitis que existe hoy en día en el mundo, la padecen estos países.

Las vacunas han sido formidables adversarios de las enfermedades. El aporte de Edward Jenner, a finales del s.XVII, es considerado como uno de los avances más importantes al progreso de la medicina en todos los tiempos. Quizá el más importante, vista la cantidad de vidas que ha protegido y protege, y evidenciada la reducción notable (algunas incluso erradicadas) de las enfermedades, que asolaban a la humanidad. Las vacunas contra las enfermedades exantemáticas como el sarampión, la tos ferina, la parotiditis, la difteria, la rubéola, el tétanos, la fiebre amarilla, la TBC, la gripe o el virus de la gripe o hemophilus influenza (incluida la versión más reciente, de gripe A1H1) y la rabia, entre otras, han liberado a la especie humana del pecado del contagio por contacto.

No cesan las esperanzas en torno a los beneficios de las vacunas. Las vacunas contra las diversas variantes de la hepatitis ya se encuentran disponibles. Actualmente se adelantan las inmunizaciones contra la varicela (desde 1990, un laboratorio japonés ha desarrollado esta vacuna que se aplica en casi todo el mundo), el virus de papiloma humano, que ha resultado una suerte de pandemia, ya cuenta con una vacuna efectiva aplicada en adolescentes. También la producción de vacunas se vuelca a la atención de numerosos problemas de salud pública en el mundo, pues retrovirus y coronavirus, amenazan con atacar y de manera oportunista amenazar la vida del ser humano haciéndose hasta pandémicos.

Se avanza en inmunoterapias contra el SIDA y el cáncer, donde también se han desarrollado protocolos de investigación en el campo de las vacunas. En la velocidad y capacidad mutante del virus de la inmunodeficiencia adquirida (VIH) y el caos celular que plantean las células cancerosas, radican los principales problemas de la implantación de una respectiva inmunoterapia. Habrá que esperar. Después de todo, a Jenner le tomó casi toda su vida demostrar la sencilla utilidad de una dosis de líquido transparente contra aquella terrible enfermedad que mataba a pedazos que se llamaba viruela, y que hoy, a comienzos del s. XXI, sencillamente no existe. 

La ciencia en su lucha contra la enfermedad no cesa. A menudo hay que recordarlo, incluso con las directrices, algunas de dudoso interés bioético, que impone la industria farmacológica. A unas enfermedades que se despiden suceden otras, y otras se resisten o rebrotan. Así la confrontación se hace interminable. He allí donde radica uno de los valores inestimables de la investigación médica como lo es desarrollar alternativas terapéuticas para enfrentar la enfermedad. Es una lucha sin tregua. 

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