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Motivación: empatía en praxis

La motivación, en la conjugación de los verbos cuidar y curar dentro de un hospital, la esclarecen muchas teorías. En la tradición antropológica occidental, desde Aristóteles hasta la modernidad, se asume una teoría del obrar que implica la secuencia de conocer, ser afectado por lo que se conoce y, en consecuencia, tender, de donde brota el obrar, ya sea como locomoción, ya como acción inmanente. Conozco y actúo, una de las dualidades en que se mueve la conducta humana, donde la voluntad se define como la capacidad de ser afectado por la cualidad valiosa de ciertos bienes que trascienden lo meramente sensible y en consecuencia de tender hacia ellos. 

La voluntad es igual a la motivación hasta la concepción tripartita de la mente. Tal formulación del s. XVIII, por Kant (1958) y Tetens (1977), razona a la motivación como un sentimiento y se diferencia de la voluntad que es conceptuada como energía sin objeto propio. Del latín motivus que recuerda movimiento; y el sufijo acción, sinónimo de efecto, la motivación es una larga escuela, a la que acaso será posible recalcar como intención volitiva anidada en cada profesional de la salud y que, de existir, de cultivarse, puede jugar papel relevante en el trabajo hospitalario.

Se trata de garantizar la motivación del profesional sanitario al momento de atender el ingreso, desde una perspectiva humanista ante una situación significativa para el paciente, justo en el primer momento que lo acerca al hospital en una condición ya señalada como vulnerable y aún desconocida. Se demanda entonces del profesional sanitario una actitud óptima para atender un ingreso, en términos de prudencia, cordialidad, conocimiento, ética, amabilidad y solidaridad. En los procesos de admisión la motivación constituye en sí misma un resultado alentador que remite a consecuencias reveladoras de eficiencia en el hospital contemporáneo.

No debe olvidarse que desde el momento de admitir al paciente en el hospital se crea (debe crearse) una relación personal y única. De difícil manejo y no pocas veces ingrata. Un momento de notable exigencia de sensibilidad humana. Ningún paciente es igual a otro y no está escrito que dicha sensibilidad, traducido en la empatía, pueda aflorar como la gladiola crece en primavera. Empatía es un helenismo, empatheia (que traduce no linealmente, emocionado) y se refiere a la capacidad cognitiva de percibir, en un contexto común, lo que otro individuo puede sentir y saber apreciar los sentimientos del otro. 

Se reconoce que la empatía, en el campo de la salud, tiene efectos positivos para los enfermos y ayuda en las tomas de decisiones clínicas. En el campo de la salud se busca un modo de relación intersubjetiva que alivie al otro dolorido o sufriente, que lo ayude para enfrentar la enfermedad. La empatía es también el concepto central en la psicoterapia del s.XX que promueve Carl Rogers, quien nos recomienda la importancia de la empatía como una actitud en la relación terapéutica para alcanzar un resultado positivo; tratando de entender el significado de las experiencias personales de otros, en donde escuchar se convierte en una actitud crucial y activa para llevar a cabo la empatía.

El traspaso de un concepto de la filosofía al campo de la salud puede diluir o cambiar su sentido. El concepto de empatía se solapa con otros como el de simpatía o el de cordialidad, también importantes en las relaciones intrahospitalarias, pero la primera se reconoce ya como una estrategia actitudinal de cambio en la relación clínica hospitalaria, en tanto posibilita un argumento a favor de la atención a la subjetividad del paciente, tan importante como lo objetivo, para la comprensión integral de la enfermedad, la cual debe ser entendida como un suceso que afecta a personas y no solo a cuerpos.

La empatía, reúne los actos con los cuales se aprehende la vivencia ajena, y que permite una mirada de entendimiento con el sujeto vulnerable, como un ser anímico-corporal dialogante, el cual aporta elementos que configuran una versión más profunda de la complejidad que reside en todo padecimiento y ante el cual el ingreso al hospital representa un momento medular de la mejor prosecución posible en afrontar y "recuperarse" de la enfermedad.

En el hospital contemporáneo, donde personas atienden necesidades de salud de las personas, la motivación y la empatía deben constituirse siempre en propósito de idea-fuerza, absolutamente imprescindible, que por sí misma fecunda una realidad favorable que se gesta, entre los que cuidan-curan y los que requieren ser cuidados-curados durante su estancia en el hospital.

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